Hace frío.


                  Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 27 de abril de 2018.


Si son usuarios de las redes sociales sabrán que gente que aquí, siendo aquí la tierra que pisamos, se llaman Luís, María o Javier, allí, siendo allí esa tierra virtual que no se puede pisar, se llaman Nene_23, XulitaSexy o Retador. Y mientras los primeros llevan una vida normal, sin poder concretarles en qué consiste una vida normal, cuando se sientan delante de un ordenador o cogen su teléfono móvil, los segundos se dedican a contarnos que llevan otra vida muy diferente, haciendo alarde de proezas no consumadas, de ideas copiadas, fotos presuntuosas, o frases de autoayuda vacuas. A esa actividad hoy día se le llama “postureo”, pero de eso no he venido a escribirles hoy. Hace unos días leía que el zamorano autóctono, como concepto, es una especie en vías de extinción. Resulta que de 2012 a 2017 hemos perdido en la provincia 14.200 habitantes así a bulto, y estamos ya por debajo de los 180.000. La gente (joven) se va y la que no es tan joven se va también porque se muere, y entre unas cosas y otras nos hemos ganado el sobrenombre de “la España vacía”. Que el zamorano autóctono desaparezca por las leyes de la naturaleza es algo que no se puede evitar, al menos de momento. Lo triste es que el zamorano autóctono llamado a tirar de su tierra tenga que desaparecer de ella porque esta no le da las oportunidades que se merece. Así, con un simple paseo por nuestras calles, vemos como a los negocios o actividades comerciales los sustituyen unos bonitos carteles con letras naranjas donde se puede leer “se vende”, “se alquila”, “liquidación por cese de negocio”, etc. Todos ellos desde luego sinónimos de decadencia, ya que el ciclo natural de las cosas, que sería algo parecido a que donde una muere otra florece, en esta tierra no se da. Donde un negocio cierra, el de al lado también, como una epidemia que se extiende y para la que no hay cura alguna. Se me ocurre, como medida de emergencia, repoblar Zamora con todos esos perfiles falsos de las redes sociales, y crear una Zamora virtual, de postureo, para presumir de lo que no tenemos ni de lo que somos. Una Zamora donde podamos agradecer a los que más han trabajado por ella con una capa alistana, por ejemplo.

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