Publicado en El Día de Zamora el 9 de febrero de 2018.
El pasado
lunes leía una noticia en el diario El País que recogía el proyecto de unos
franciscanos que buscan en Galicia a personas solas para que compartan los
momentos de las comidas, de las tareas diarias, en fin, para que unos a otros
se hagan compañía. “No se trata
de un centro de día ni de beneficencia, tampoco de un local social, sino de un
espacio autogestionado que no se financia con subvenciones y en el que queremos
imitar el ambiente de una familia cualquiera, con libertad para entrar y salir
sin compromiso y sin exigencias de confesionalidad” manifestaba uno de los
rectores del proyecto. Mientras que en Reino Unido el Gobierno acaba de crear
una Secretaría de Estado contra la Soledad, en Betanzos unos monjes han
aprovechado un convento que quedó vacío para que, aquellos que lo deseen, pasen
el día en sus instalaciones desayunando, comiendo y cenando, compartiendo la
colada y los gastos, regalándose mutuamente compañía. Si bien en la mayoría del
artículo se habla de gente mayor que se ha quedado sola, esa soledad es un mal
que se extiende socialmente sin reparar en el rango de edad. No sólo los
ancianos son los afectados, se habla de gente de edad mediana, muy remisa a
buscar ayuda para remediar su aislamiento, y de jóvenes. Al parecer, la
sociedad en la que vivimos nos empuja a la soledad y los factores que se dan para
ello son la dispersión de las familias, la baja tasa de natalidad, y las
tecnologías, que nos conectan por un lado pero que nos aíslan por otro. La
escritora Olivia Laing afirma que hay que combatir el estigma que rodea a la
soledad. “Es distinto estar a solas y
sentirte solo. La soledad a la que yo me refiero tiene que ver con querer
compartir tu intimidad y tener una relación que no tienes, esto no depende de
cuánta gente te rodea. Es absolutamente inevitable sentirse solo en algún
momento de la vida. Sin embargo, hoy tratamos ese sentimiento como algo
aterrador. La soledad surge a partir de cosas como mudarse de casa, cambiar de
trabajo o perder a un ser querido. Por eso hay que normalizarlo, y combatir el
estigma y la vergüenza que rodea la soledad. Es muy difícil decir que te
sientes solo, pero si cae ese tabú podremos verlo como una experiencia más”.
¿Por qué estamos solos? Al parecer por miedo. Por miedo a la pérdida, lo cual
nos lleva a no establecer vínculos sólidos, y también por vergüenza a reconocer
que necesitamos compartirnos. Nos avergüenza compartirnos a nosotros mismos a
nivel interno, pero lo hacemos sin reparo alguno de manera superficial
fotografiando cualquier cosa para buscar unos acogedores “me gusta” en las redes
sociales. Sí, a veces la soledad es una mierda. Pero hay que reconocer que
también nos protege de lo que no nos conviene, porque el miedo a estar solos
nos lleva a buscar la compañía de gente que no aporta nada a nuestra vida y que
al final nos provoca una mayor infelicidad. Estar en un sitio en el que no quieres estar o
tener una pareja que te hace sentir igualmente solo no es algo positivo para
nadie, sólo acrecentará nuestro malestar. Ser solitario no implica estar solo,
pero sí indica que sabes disfrutar del tiempo que pasas contigo mismo porque te
sientes bien y así lo quieres.
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obligatorio.
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