Cuento de Navidad.



                  Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 22 de diciembre de 2017.

Permítanme que plagie en el título de mi artículo el homónimo relato de Charles Dickens, aunque el original de este fuese “Christmas Carol” y su traducción más acertada la de “Cántico de Navidad” o “Villancico”. La cosa es que hace unas semanas estaba yo comiendo con mi santa madre, ya es bien sabido que mis habilidades culinarias no son proporcionales a mi buena presencia y encanto, y mientras la hacía reír con mis tonterías, las mismas que a veces les hacen reír aquí a ustedes, escuchamos un ruido seco y fuerte. No le dimos mayor importancia y seguimos con nuestra rutina.
Poco después nos enteramos de que ese ruido seco y fuerte es el que hace un ser humano al estrellarse contra un patio de luces tras recorrer ocho pisos de altura; una joven de unos 20 años había decidido poner fin a su vida mientras nosotros comíamos y bromeábamos apenas dos metros más abajo. Y ahora llega la Navidad. Bueno, viene llegando desde finales de agosto, pero la culminación de ese recorrido ya está aquí, con días de grosera ingesta alimenticia en los que recordamos que, al no habernos tocado la lotería, lo importante es la salud. Todo lo más, haremos memoria de los meses pasados y nos diremos: ¿A cuánta gente hicimos felices? ¿A cuántos, con nuestras acciones, les mostramos el lado amable de la vida? ¿Fuimos de los que no llamaron esperando a que nos llamaran antes? No seamos ilusos. Dedicamos once meses a mirarnos el ombligo, a anteponer nuestros intereses sobre los demás, que con esto no quiero decir que vayamos arrasando con todo lo que encontremos a nuestro paso, pero un poco sí eh, y ahora, de repente, porque es Navidad, pretendemos lavar nuestras conciencias haciendo una especie de Robin Hood: repartiendo la felicidad que hurtamos a otros a lo largo del año. No sé cuánto puede tardar un cuerpo de peso medio y unos 20 años en recorrer ocho pisos hasta dar contra el suelo, pero ahora sí que sé el sonido que emite al golpearlo. También sé que esto no es lo que esperaban leer de algo que se titula “Cuento de Navidad”, pero ya ven, en la vida no todo es lo que parece. Cuídense, y hagan lo propio con los ajenos, que no sabemos de quién va a venir la mano que nos coja cuando tengamos decidido saltar.
Puedes seguirme en twitter en @cuadrablanco. No es obligatorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario