Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 1 de diciembre de 2017.
Que sí, que
ya tocaba pensarán algunos al leer el título del artículo que esta semana les
escribo, y más si han cogido un ejemplar del periódico en la calle y para
desplegar sus páginas han tenido que quitarse los guantes. Que estamos
congelados es una obviedad, no hace falta más que dar una vuelta y observar que
todo a nuestro alrededor es silencio y quietud. Podemos recorrer la estampa de
Zamora de izquierda a derecha o viceversa, no quiero incomodar a nadie por su
ideología política, es más, desplacen la vista de un lado a otro pasando por el
centro, que así quedan todos conformes. Pero tras esa exploración, veremos que nada
se mueve, y que las hojas en el suelo, oscurecidas por la humedad, podridas, se
asimilan a un test de Rorschach del que no sabemos dar ninguna respuesta. Nada
pasa en Zamora, y aquel medio trajín que teníamos en verano ha dejado paso a la
oscuridad y al frío, que la sequía no es de ahora, que ya viene de lejos y nada
ni nadie nos riega para que florezcamos o para que al menos se nos quite la
capa de caspa que nos ahoga. Porque aquí en Zamora no tenemos boina de
contaminación, es la ventaja de no tener ninguna industria que haga de su
actividad un perjuicio ambiental, aquí la boina que tenemos es casposa y tiene
embotados los sesos de los que nos gobiernan y de los que los eligen. Años de
aquiescencia de nuestros munícipes con los señores feudales de la Junta de
Castilla y León y de estos a su vez con los monarcas del gobierno central, han
hecho de Zamora un lugar congelado en el tiempo, aunque este sea primaveral,
veraniego o cualquier otro, porque entre todos han construido un muro al oeste
de Valladolid que impide que cualquier cosa lo atraviese, dejándonos aquí, aislados como si estuviésemos asediados por fuerzas invencibles, hasta que
muramos todos de viejos, de pena, de inanición, o de aburrimiento. Congelados
estamos ya sea agosto o diciembre, y nos siguen embaucando con promesas vacías
desde el otro lado del muro, y como la boina nos asfixia salivamos con
cualquier migaja que nos llega y que aparenta ser el remedio de nuestros males,
cuando lo importante sería no
confundir tales remedios vacuos para así no acabar llorando saliva o salivando
lágrimas. Congelados estamos, ¿acaso
no podría ser de otro modo?
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obligatorio.
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