Fin de año.


          Publicado en El Día de Zamora y El Periódico de Castilla y León el 30 de diciembre de 2016.
 


Desde el inicio hasta el final del año

he caminado tantos años

dejando al tiempo curvarse como un arco

por todas partes zapatos de los jubilados

polvo particular

basura pública.



Ha sido un año sin mayores acontecimientos

mi martillo descansa, pero yo

le pido prestada a los días futuros su luz

atisbo apenas la medida de platino

aquí sobre mi yunque. 
 
              
      Y eso es lo que nos contó el escritor chino Bei Dao en su poema “Fin de año”, que no tengo ni idea de qué es lo que quiere decir en él, pero debe ser porque es chino. Les pido disculpas, igual debería haber buscado un poeta con el que todos tuviéramos mayor afinidad cultural y que al terminar de leer el poema, entornáramos los ojos y se nos escapara un suspiro sensiblero. Pero ya saben que el estilo de estas columnas que les escribo es que ustedes piensen y saquen sus propias conclusiones, vamos, no dárselo todo hecho, y por ser esta la última del año no iba a andar cambiando. Los que, aunque no se den cuenta, han cambiado son ustedes. Desde aquel, ahora remoto, uno de enero de 2016, cada célula de su cuerpo se ha ido contaminando, ha enfermado y ha muerto. Y esa muerte celular, con la consiguiente podredumbre de la misma, es lo que provoca el mal olor corporal que intentamos combatir con duchas, geles, desodorantes, perfumes y demás mejunjes que la industria cosmética pone a nuestro alcance. Pero el olor a muerte está ahí por mucho que quieran enmascararlo. El problema surge cuando ese hedor no hay modo de ocultarlo por mucho que nos limpiemos, porque es una peste que viene desde dentro, y hace que comencemos a obsesionarnos, que imaginemos a nuestro cuerpo fermentando en su interior y ya no sepamos distinguir si en realidad estamos enfermos, físicamente, o es solo una paranoia mental que nos obsesiona. Y, por si acaso, nos encomendamos a alguna divinidad rogándole que si nos da un año más de vida seremos mejores personas, apreciaremos lo que tenemos y no envidiaremos al prójimo, sonreiremos más, nos quejaremos menos, y sí, todo motivado porque su cuerpo, por mucho que traten de impedirlo y rueguen a sus dioses, no deja de pudrirse con el paso del tiempo. No se planteen nuevos propósitos para el año nuevo, sigan con sus vidas como si nada. Total, no en todo el mundo empieza el año el 31 de diciembre. 


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