Muertes.


             Publicado en El Día de Zamora el 24 de noviembre de 2016.

      Y al final es lo que llegará. La muerte, amigos, un tema que al menos en la cultura occidental, vamos, la nuestra, es tratado con un cierto ocultismo, como negando su evidencia. A nadie le gusta hablar de la muerte, un tema tabú. Hasta hace no muchos años, la gente se moría en casa y el “contacto social” con ella era directo. Se amortajaba al cadáver en casa, se hacía el velatorio en casa y solo salía de esta para ser trasladado al cementerio. Hoy día se ha reubicado la muerte en hospitales y tanatorios, se la oculta, se la esconde. No se habla de que el suicidio es la principal causa de mortalidad no natural en España e incluso se suele evitar al que se queda, al doliente, obligándole a guardar en el reservorio de su mente y su hogar los recuerdos del muerto, las añoranzas. “Sé fuerte” se le dice, como si la fuerza fuera una cualidad a la que se puede recurrir para soportar mejor las emociones. Recomendamos el sé fuerte como diciendo, “desahógate, pero en casa. No nos angusties con tu pena”. Conceptualmente tenemos dos tipos de muerte, la anunciada y la inesperada. En el primer caso, se nos da un tiempo para mentalizarnos e incluso preparar el periodo de duelo que sobrevendrá a esa muerte. En el segundo, la muerte deja pendientes muchas explicaciones, muchos diálogos, y el caos de lo inesperado, la terrible sorpresa. Hace varios días tuvimos un ejemplo de muerte anunciada, el de una anciana que vivía alumbrándose con velas porque le habían cortado la luz por no poder pagarla. Era esperada, insisto, porque o moría quemada por las velas, como así sucedió, o por el frío invernal. Estaba muerta ya, solo era cuestión de tiempo que el hecho sucediera. Hace menos días, hemos tenido la muerte inesperada. La de Rita Barberá, muerta ya políticamente hace meses le sobrevino de repente la muerte física. Y por inesperada, reitero mi argumento anterior, deja pendientes muchas explicaciones, se lleva secretos y cuitas que sin duda a muchos de sus ex compañeros de partido les habrá provocado un alivio inesperado. Del descanso eterno de Rita al descanso de los que medraron con ella en diferentes corruptelas que quedarán enterradas o calcinadas, según el destino del cadáver de la senadora. De la anciana quemada viva por sus velas no sabemos el nombre, por la señora Barberá, presuntamente corrupta, se guardó un minuto de silencio institucional. Hasta para la muerte hay dos Españas. 

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