Suicidios ejemplares.

                
                   Publicado en El Día de Zamora el 13 de mayo de 2016.

            
       “Suicidios ejemplares” es una novela en la cual su autor, Enrique Vila-Matas, nos pasea por toda suerte de suicidios imaginarios, entre los que se encuentran viajar y perder países, inventar personajes que evitan que nos arrojemos al vacío, perseguir vidas ajenas, morir de amor, coleccionar tempestades, interiorizar a los muertos, perderse, resignarse a la grisura de la vida, practicar la saudade o convertirse en fantasma. Un itinerario moral a través del tema de la muerte por mano propia, sin sucumbir al suicidio pero sin escapar de él. Hace unos días supe del caso de una persona que decidió suicidarse y lo logró. Lo conocía desde mi infancia, por lo que siempre tuve la impresión de que era un señor mayor, y ahora, cuando en realidad ya sí que era un señor mayor, vayan ustedes a saber por qué, decidió matarse. Siempre me pareció bastante hipócrita todo ese ritual que existe en nuestra sociedad acerca de buscar el motivo por el cual la gente que se suicida, como si dando con la supuesta causa, el resultado fuese el lógico. Yo supongo que uno se cansa de vivir, en realidad de la vida que le ha tocado llevar, y ante la elección de seguir esa ruta o salirse de ella, opta por la salida. Te cansas de fingir, de arrastrar tu cuerpo, y sobre todo tu mente, por una asquerosa rutina de hastíos y descontentos. Has perdido el hilo del momento, o momentos, que te llevaron a elegir la vida que tienes, y ya dudas si fue voluntad propia o en realidad fue la vida la que escogió por ti esa senda hasta hacerte llegar a un punto en el cual te ves envuelto en una existencia que no te pertenece y optas por dar un frenazo, parar y bajarte. Y si bien el momento de semejante ultimátum debe ser doloroso hasta el extremo, a este seguro le acompaña otro de tremendo alivio, satisfactorio podríamos añadir. Uno ha de sentirse liviano, deja de apreciar la intoxicación de su atmósfera, y la luz, tenue eso sí, se empieza a abrir paso entre una existencia nublada. Y es en ese punto en el que tal decisión da sentido al poema de William Ernest Henley “Invictus”, y a sus famosos versos de cierre “soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma”.

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