Paraísos e infiernos.


        Publicado en El Día de Zamora el 15 de abril de 2016.

        Una mañana de un día cualquiera, su madre entró en la habitación, fue a despertarla, y ella no estaba. Al enterarse de la noticia, el padre afirmó; “la niña ha volado, algo habremos hecho mal”. Salió del dormitorio, volvió a la cocina y terminó de desayunar. La madre, desesperada, buscó a su hija debajo de la cama, dentro del armario, en un pequeño joyero que tenía sobre la mesilla. Sí, la desesperación suele conducirnos a lo absurdo. Reprochó a su marido aquella impasibilidad, a lo que él, en un tono plano, respondió: “no esperarías que esas alas que le acababan de salir fueran solo ornamentales”. Pensarán ustedes que estoy abusando de los alucinógenos, o que, en el supuesto de no estar haciéndolo, mi estado mental ha alcanzado un deterioro de tal calibre que ya no tiene vuelta atrás. Pero no, miren. Les tengo al corriente de que, desde hace unos días, ha aparecido en nuestras vidas una noticia bautizada como “Los papeles de Panamá”, según la cual, numerosos personajes públicos tenían cuentas corrientes en paraísos fiscales con las aviesas intenciones de, una, esconder allí sus fortunas, dos, no pagar impuestos por ellas, y tres, que no se conociera el origen del dineral. Y mientras que ellos han disfrutado, y disfrutan, cuales Adanes y Evas modernos, de los paraísos de las Islas Vírgenes, Barbados, Vanuatu, etc, todo con nombre de playa exótica, aguas transparentes y señoras (y señores) de muy buen ver, los demás nos encontramos en el infierno de la tiranía de la Agencia Tributaria, mirados con lupa para, según nos cuentan, sostener con nuestra sangre, sudor, y lágrimas, el estado del bienestar, que maldita la gracia que tuvo el tipo que le puso bienestar a esto. Ahora, todo esto que está sucediendo es normal. Igual que a la niña a la que le salieron alas, lo lógico es que las usara para salir volando de aquí, aquellos que disponen de la fortuna y medios para hacer volar su dinero de las garras tributarias, lo hagan. Y, al parecer, siempre habrá una madre preocupada, en este caso la prensa, que lo busque aquí y allá (demostrado que mejor allá) hasta dar con esas fortunas fugaces, mientras que una figura paterna, pongan aquí a quien les parezca, nos dirá ¿y qué esperabas? Mientras tanto, ustedes acostúmbrense a este infierno. No queda otra que aguantarse (que joderse, sí).


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