Puntos de vista.

  
          Publicado en El Día de Zamora el 18 de marzo de 2016.


    Buenos días. He de confesarles que me encuentro en un proceso de liberación. No personal o espiritual, sino físico, y no porque haya sido esclavizado o algo así. Bueno, algo así, sí, ya que unos malvados patógenos decidieron acampar en mi cuerpo y someterme a su voluntad, provocándome un malestar general que tuve que mitigar recurriendo a la industria farmacéutica. Y ahora que ya me he liberado de tales virus o lo que fueran, les diré que echo de menos la sensación que los fármacos me proporcionaron, tanto que he sopesado el recurrir a ellos me hagan falta o no. La cosa es que la medicación me provocó un efecto sedativo, un colocón que diríamos vulgarmente, que influyó en mi modo de percibir la realidad, y miren que ya de por sí soy yo muy de percibir la realidad de aquella manera. Así, en esta oportunidad, fantaseé con que cuando la gente se moría, en vez de pasar a una tumba o una urna, pasaba a un libro. Sí, nuestros muertos se convertían en personajes de la literatura universal, pero claro, no al tun tun. Aquellos que ven ustedes en televisión o escuchan en la radio y que son citados por su nombre, apellido (solo el paterno casi siempre) y cargo rimbombante, pasaban a figurar en novelas destinadas al éxito, best sellers que se llaman, mientras que ustedes, yo, o esos que mueren ahogados de manera anónima intentando llegar a la Europa de las oportunidades, estábamos destinados a novelas autoeditadas, de poca repercusión, algunas con personajes que ni siquiera tienen nombres, y créanme, sé de lo que les hablo. Y es que, asúmanlo cuanto antes, en la vida estamos la infantería y luego unos gerifaltes que son los que pretenden marcarnos las pautas de cómo pensar y vivir esa vida. Sucede igual con nuestra Semana Santa. Hay unos que nos dicen cómo sentirla y vivirla, siempre los mismos, o los hijos y nietos de estos mismos, que no entran a valorar si uno la saborea desde sus creencias religiosas, o desde la ausencia de las mismas, y cualquier discrepancia es anatema, sacrilegio, blasfemia o similar. No reparan en que sin nosotros, la infantería, no serían nadie. Disfruten, si pueden o si les dejan, de estos días que se avecinan. O no lo hagan. Pero no traten de imponer su voluntad a nadie. Por favor. Gracias.


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