Suerte.



              Publicado en El Día de Zamora el 19 de febrero de 2016.

       No encontrarán en esta columna de hoy referencias a sortilegios o artículos para atraer a la suerte. A la buena suerte, me refiero. En el mismo sentido, tampoco hallarán en estas líneas el modo de convocar a la mala suerte para hacérsela llegar a aquellos que no sean personas de su devoción. A su vez, aunque vaya por la cuarta línea y no sepa muy bien qué camino seguiré, no está en mi intención mentirles con eso de que la suerte cada uno ha de procurársela con el trabajo, la constancia, la entrega y cosas así, porque como trabajo no tenemos, o si lo tenemos es una puta mierda que no nos permite llevar una existencia decente, todo lo demás se va desvaneciendo y carecemos de en qué plasmar o a qué dedicar nuestro esfuerzo. Reconozcámoslo, hay gente que es afortunada, por la razón que sea, y gente que no. Y, esos afortunados, pretenden hacernos creer que lo son porque, por ejemplo, son personas entusiastas, que tratan de alcanzar sus objetivos aunque las posibilidades de lograrlos sean ínfimas. Pero, ¿quién no trata de lograr sus objetivos aunque sea improbable alcanzarlos? La diferencia es que, esos bienaventurados sí consiguen sus metas, mientras que la mayoría tendemos a estrellarnos. “Pero hay que perseverar”, nos dicen. Y ustedes, como yo, perseveran y perseveran hasta que se les acumulan las costras de las heridas, fruto de golpearse una y otra vez con la misma pared o con otras diferentes, que para el caso viene a ser lo mismo. Por ir concluyendo, desde mi punto de vista, la respuesta a por qué hay seres afortunados y seres que no lo son (somos) tiene que ver, más que con los gatos negros o los tréboles de cuatro hojas, con las oportunidades y con el partido que a estas se les pueda sacar. Pero sobre todo, con las oportunidades. Si ninguno de nosotros disponemos de la oportunidad a la que agarrarnos para prosperar, mal vamos a poder salir de la estacada. Y en efecto, hay personas a las que, en su entorno, las oportunidades les brotan y otras a las que no. Así, en el caso de que a usted le surja LA OPORTUNIDAD, aunque solo sea esa, aprovéchela, porque si no lo hace, no podrá decir de sí mismo que es una persona desafortunada. Lo que será es un gilipollas.


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