Pereza.

          Publicado en El Periódico de Castilla y León el 29 de enero de 2016.

    Del listado clásico de pecados capitales, puede que este sea mi favorito. Porque la pereza implica ociosidad per se, no como los otros, que requieren algún tipo de actividad física o mental. La pereza, a veces, se presenta cuando no queremos enfrentarnos a algo, como una tarea aburrida o una confrontación difícil con alguien, o porque nos sentimos abrumados por alguna labor, pero mi pereza favorita es esa de no hacer algo porque no me da la gana a sabiendas de que he de hacerlo. Ni siquiera me planteo el esfuerzo intelectual de que lo que tenga que hacer sea aburrido, tedioso o abrumador. No. Me quedo aquí tirado porque me da la gana y ya. Escribiéndoles este artículo me encontré con una cita que decía: “Seamos perezosos en todo, excepto en amar y en beber, excepto en ser perezosos”. Bueno, pues el estado ideal de pereza es ser perezoso en amar, beber y hasta en ser perezoso. Paul Lafargue, yerno de Karl Marx, escribió un panfleto titulado “El derecho a la pereza”, en el cual no hacía ninguna reivindicación al no hacer, sino que hablaba de la sobreproducción de la sociedad industrial y blablablá y no sé qué más. Pero quédense con el título. Pese a que nuestra tradición judeocristiana viene a decirnos que no hay pereza buena, yo aquí he venido a reivindicar el derecho a la pereza como tal. Y es que estamos atrapados por la prisa, por la velocidad, como si todo se fuera a acabar ya. Hay un apremio desbocado por llegar a no se sabe dónde, contra el cual se impone una buena dosis de pereza, la suficiente como para caer en la cuenta de que, a veces, navegamos sin rumbo, sin timón y sin nadie al mando. Pisemos el suelo, despacio, recordemos los versos de Robert Herrick: “Oled las rosas mientras podáis, veloz el tiempo vuela. La misma flor que hoy admiráis, mañana estará muerta”. Vivan ustedes intensamente, sí, lo cual no significa hacerlo de manera alocada. Escuchen, hablen tras haber pensado bien lo que van a soltar por esa boca, aprendan a tomarse su tiempo en cada acción. Sean perezosos por cortesía hacia los demás, huyan de la prisa pero con ritmo calmo, que a veces, las muchas, incluso cuando sabemos lo que nos puede salvar, no todos sabemos salvarnos.

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