Publicado en El Día de Zamora el 13 de noviembre de 2015.
“O no”, es una expresión que aquí
el que les escribe suele utilizar bastante frente a aquellos seres que dan por
ciertas determinadas circunstancias, formulando para ello afirmaciones
categóricas. Les pongo un par de ejemplos: “Esto de Cataluña se solucionaba
enviando allí al ejército”, “Tú quita, que el que sabe de esto soy yo”. Pues
ante semejantes aseveraciones, yo respondo con el latiguillo “o no”. Y es que
miren, lo de las opiniones es como los culos, cada uno tiene el suyo. Ya luego
está que su opinión, por la razón que sea, me seduzca, decida hacerla mía,
asimilarla, y compartirla con el resto de seres humanos. Ya les conté la semana
pasada que trataba de defenderme de la realidad fantaseando, si bien esa
defensa queda vencida la mayoría de las veces cuando la realidad se vuelve eso,
real, y le da por incordiarnos. Así, es real el ruido del taladro que su vecino
decide utilizar un domingo por la mañana temprano para agujerear paredes y
dejarlas como esas cajas que transportan animales, con numerosos orificios que
puedan permitirles respirar. ¡Coño, si no puedes respirar abre las ventanas,
pero deja de agujerear cosas a las 8 de la mañana! También es real su suegra.
Sí, que les vigila como un halcón y al menor, no fallo, sino atisbo de fallo, o
lo que ella entienda como tal, ya está censurándole en su comportamiento. Es
real la esquina de ese mueble contra el cual, el dedo pequeño de su pie, se
empeña en estrellarse, como las olas contra el rompeolas; pues lo mismo el dedo
pequeño contra ese trasto al que pasaremos a llamar rompededospequeñosdelpié.
Pero volvamos al origen de esta columna. Somos los españoles muy de creernos en
posesión de la verdad, y no solo eso, sino de tratar de imponerles nuestra
verdad al resto de españoles, los cuales, sin duda, están equivocados porque
los que tenemos el conocimiento absoluto de cualquier cuestión somos nosotros y
no los otros. O no. Es la omnisciencia una característica innata del español,
irradiada a cualquier otra nacionalidad comprendida en nuestro territorio, lo
cual nos convierte a todos en neuróticos, dado que nuestra percepción de todo
lo que nos rodea se encuentra alterada por la subjetividad de cada uno. Todo un
reto para la psicología y la antropología modernas. O no.
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obligatorio.
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