The Spanish Benevolent Society.




Por la cantidad de películas y series televisivas cuyos argumentos acontecen en ellos, los barrios de Little Italy y Chinatown se han hecho más que conocidos en nuestro imaginario, y por extensión, la propia Nueva York. A modo de ejemplo, del primero tenemos la trilogía de “El Padrino” y del segundo, como no, la homónima “Chinatown”. De lo que ya no estoy tan seguro es que hayan escuchado alguna vez hablar de “Little Spain”. Llamarlo barrio sería un poco pretencioso, dado que abarca poco más de una calle, la 14, entre la avenida séptima y la octava, colindante con los reputados barrios de Chelsea y West Village. Una bandera española, junto a otra estadounidense, coronan la fachada rojiza del Centro Español de Manhattan, un colectivo sin ánimo de lucro, cuyo restaurante, La Nacional, es el centro neurálgico del barrio y el punto de encuentro de todos los peninsulares que residen en la gran manzana. La Nacional o Spanish Benevolent Society, como también se conoce al edificio, era y sigue siendo, tal y como su nombre indica, una sociedad benéfica. Su misión original era ayudar a los inmigrantes españoles que llegaban a América. Se les proporcionaba ropa, comida, atención médica, les decían dónde podían buscar trabajo, y, cómo no, hacían fiestas y bailes donde establecer relaciones personales. La inmigración española a Manhattan comenzó a mediados del XIX, tomó impulso con la pérdida de Cuba en 1898 y en el siglo XX registró otro pico a raíz de la Guerra Civil y la posguerra. Con el primer flujo de españoles llegaron muchos marinos mercantes a los muelles de Chelsea, controlados por irlandeses e italianos, que les dieron trabajo y con los que se integraron en perfecta armonía. Tras la Guerra Civil, otra oleada llegó a la ciudad, un grupo humano este viciado de dilemas ideológicos: a los republicanos no les gustaba que los franquistas exhibieran abiertamente su ideología, y viceversa. En los años cincuenta y sesenta, la calle 14 de Manhattan ya estaba llena de negocios textiles, librerías, y restaurantes españoles, como El Coruña, La Bilbaína o Café Madrid. Desde los años setenta del siglo pasado, la comunidad española sufrió varias reyertas internas. El impacto de las drogas fue nefasto, y tuvo como consecuencia espectaculares redadas y tiroteos. El escritor Artur Balder descubrió una serie de fotos que reflejan el estado en que quedó el restaurante El Coruña (ubicado en 249 West 14th Street) en 1982, tras el tiroteo producido entre el FBI y los mafiosos españoles que guardaban un importante alijo de droga. Aquella década marcó el principio de la decadencia de Little Spain. El ambiente debía de ser como “El Padrino”, pero con españoles como protagonistas. Imagínense.


Igual que hoy día vemos a la comunidad irlandesa desfilar orgullosa el Día de San Patricio, Little Spain contaba con su propia festividad, la de Santiago Apóstol. Se celebraba en junio, y tuvo lugar hasta mediados de los años 90. Durante esta festividad, la imagen del santo era el símbolo del sentir de la comunidad española y desfilaba por la calle 14, que se cortaba al tráfico durante una semana. En este tiempo, también tenían lugar festivales gastronómicos y espectáculos típicos del folclore español. Es en esta época cuando la identidad del barrio casi se desintegra; el aumento del precio de los inmuebles obligó a muchos españoles a trasladarse a otras zonas más baratas como Queens y el Bronx. En 2006 el mítico edificio de la 14, situado en el 239 oeste, se iba a vender y la poca unión que quedaba parecía condenada a la disolución. Pero gracias al apoyo de abogados y gestores como Robert Sanfiz, la extinción de la antigua sociedad no significó el fin de la comunidad española. Su gestión salvó al edificio de la venta especulativa y reactivó la existencia de Little Spain, a través del nuevo Centro Español, el Club Social y la nueva Spanish Benevolent Society of New York. El edificio se recuperó como centro de interés histórico y encuentro social, mientras que la sociedad comenzó a reclutar a intelectuales y artistas interesados en reivindicar la historia del barrio. Hoy la nueva sociedad ronda los 500 miembros y sigue creciendo. A partir de la crisis económica actual, y a pesar de lo difícil que es obtener el visado en Estados Unidos, muchos más españoles están llegando a Nueva York en busca de nuevas oportunidades laborales. La comunidad española crece y se alimenta de los recién llegados. Mientras la nueva Little Spain resurge de las cenizas, el barrio lucha por recordar a las viejas generaciones y ayudar a las nuevas.


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