Vacunas.


                    Publicado en El Día de Zamora el 12 de junio de 2015.


        Pues ya ven, como suele ser habitual, cualquier cosa que sucede en los Estados Unidos se acaba poniendo de moda aquí. Y nos da lo mismo que sean tendencias molonas relacionadas con la moda o la cultura, o cosas de locos como lo de no vacunar a las criaturas, nosotros lo copiamos sin cuestionarlo y ya. En España no es obligatorio eso de vacunar a los niños, y queda al criterio de los padres, ahora bien, nuestro sistema de salud recomienda, sin fisuras, la necesidad de vacunar para proteger la vida de los españoles, pero la ley únicamente regula la posibilidad de forzar a una familia a vacunar en caso de grave riesgo concreto para la salud pública, y como ha puntualizado, a mi entender de manera acertada el Secretario General de Sanidad, Rubén Moreno, "el derecho a la vacunación es de los niños, no de los padres". Ya saben que en estas postales que comparto con ustedes soy muy proclive a eso de la libertad del individuo, pero he de decirles a esos padres que no vacunan a sus hijos que esos hijos están a salvo gracias al "efecto rebaño" de la vacunación, porque el resto de los padres sí vacunan a los suyos. Pero pongámonos en el caso extremo de que el porcentaje de progenitores que deciden no vacunar a sus retoños se incrementara de manera notable. Nos encontraríamos, sin duda, ante un desastre sanitario, un retroceso en materia de salud pública, ya que enfermaríamos y moriríamos de sarampión, polio, difteria y otras enfermedades que muchos médicos jamás han visto o diagnosticado y solo se conocen por los libros. Vamos, el caos. El caos y la gilipollez extrema, porque mientras sí que vacunamos al perrito y al gatito, al niño no. Y es que para prevenir todo tipo de males, insisto, hay que vacunarse antes contra ellos. Ese "efecto rebaño" que les he citado antes es aplicable también a la intolerancia, porque cuantas más personas hayan recibido la vacuna contra ella, más difícil será que se transmita el discurso del odio contra las personas que son de diferente raza, orientación sexual, ideas, o lo que sea. Y, evidentemente, la única protección posible contra la discriminación es la educación. Es necesario vacunarse contra la intolerancia, porque una sola persona sin vacunar, sin educar, compromete la seguridad de todos. Queda dicho.


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