Dientes.



                    Publicado en El Día de Zamora el 19 de junio de 2015.
  
        Anda que no hay cosas para contarles. Desde la camisa de manga corta con la que Guarido tomó posesión del cargo de alcalde, con la opinión que ya saben ustedes que tengo de las camisas cuyas mangas no llegan hasta las muñecas, pasando por el mono carmesí que ese día se embutió Dª. Clara San Damián, que no sabemos si iba de señorita que con un paraguas provee de sombra al piloto en la parrilla de salida de un gran premio de motociclismo, o de remake de aquel anuncio de productos de higiene femenina, que expresión tan cursi por dios, en el cual una señora vestida de rojo le notificaba a una joven; "hola, soy tu menstruación". O de los tuits irreverentes de Zapata, que ya ven, como si ninguno hubiésemos hecho nunca chistes de mal gusto por su incorrección social y política. Pero no, hoy no trataré aquí ninguno de esos temas, y les escribiré sobre los dientes. Y no sobre los dientes de la Pantoja, aquellos que mostraba fingiendo una sonrisa mientras mascullaba "dientes, dientes, que es lo que les jode". Les voy a escribir sobre un diente en particular, uno que me encontré el otro día mientras daba un paseo por Valorio. Reparé en él de milagro, lo cogí, y al preguntarme en voz alta ¿de quién será este diente? el diente me contestó. Según me dijo, era el diente de un niño, de un niño de 13 años del pueblo de Bermillo, que saltó de la encía en la que estaba encastrado después de que su profesor de ciencias naturales le diera una bofetada y lo dejara aislado en un aula. No diré aquí que el niño agredido fuera un santo, probablemente sea una criatura inaguantable, pero de ahí a que el educador le sacuda hasta saltarle un diente... El profesor ha de ejercer la labor del magisterio, que según el D.R.A.E. es la enseñanza y gobierno que el maestro ejerce con sus discípulos, y donde no cabe entender por gobierno las agresiones a sus pupilos. De un tiempo para acá, aquello de "la letra con sangre entra" quedó desterrado de nuestras aulas y de nuestras vidas, y tal y como les dije la semana pasada, hay que recurrir siempre a la educación para evitar males mayores. Si el encargado de educar se vuelve una bestia, queda desacreditado para el ejercicio del magisterio. Queda desacreditado para todo.


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