Publicado en El Día de Zamora el 6 de marzo de 2015.
El otro día, aprovechando esta
primavera anticipada a la que cantó Laura Pausini hace ya unos cuantos años, acudí
a nuestro familiar Valorio a dar un paseo, y en un banco del camino, semi
escondido, con las manos en la cara y sollozando de manera ostensible, me
encontré con el Sr. Zara. "El Sr. Zara" llamo yo a D. Amancio Ortega
Gaona, fundador de Inditex, grupo multinacional español de fabricación y
distribución textil, como bien sabrán. Y el motivo de sus gimoteos, según me
contó tras sentarme a su lado y preguntarle qué le pasaba, es que había sido
desplazado del tercer puesto al cuarto en la lista Forbes de los más ricos del
mundo. Ocupaba ahora la medalla de bronce un tipo llamado Warren Buffett,
presidente la firma Berkshire Hathaway, relacionada también con el gremio
textil. Al parecer, el Sr. Buffett tiene este año unos 8.200 millones de
dólares más que nuestro Sr. Zara, cuya fortuna se calcula en 64.500 millones de dólares. Intenté
mitigar el desconsuelo de Amancio con buenas palabras, dado que desde el primer
momento le dije que yo no iba a poder prestarle 8.201 millones de dólares para
que volviera al podio de los más multimillonarios del mundo mundial. También le
dije que intentara ponerse él en mi lugar, que si yo tuviera, por ejemplo, la
mitad de su pastizal pues podría liquidar la hipoteca de mi casa, hacer un
viajecito de placer, llevado por la locura del gasto igual cambiar el coche, e incluso
comprarme alguna cosita en sus Zara, y el resto, pues ponerlo en un plazo fijo
y dedicarlo al ahorro, que uno se pone a gastar por encima de sus posibilidades
y luego vienen los disgustos. Amancio escuchaba mis palabras y me miraba así
como si no comprendiera bien lo que le decía, lo cual yo lo achaqué a que el
Sr. Zara es gallego, y pese a que dicen que los gallegos y los zamoranos somos
primos, debemos serlo muy lejanos dados los problemas de comunicación que
intuía entre Amancio y yo. Pero, persistente que soy, conseguí arrancarle una
media sonrisa al recordarle que, aparte de ser el más rico de entre todos los
españoles, era, tras Felipe II, el único en poder afirmar sin rubor alguno, aquello
de "En
mi imperio nunca se pone el sol".
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es obligatorio.
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