Publicado en El Día de Zamora el 1 de abril de 2015.
Días
raros estos que ocupan la Semana Santa zamorana. Días de invasión foránea, días
donde los esfuerzos por tener un cuerpo más o menos decente se van al traste
entre aceitadas, sopas de ajo, dos y pingada, y cosas garrapiñadas. Porque en
Zamora a lo largo de esta semana, somos capaces de garrapiñarle a ustedes la
cabeza en cuanto se descuiden. Días raros, insisto, en los que, hasta este
periódico sale un miércoles en lugar de un viernes, así que les imagino leyéndome
en un día que no corresponde que lo hagan, desayunando un café, garrapiñado, y
unos churros, garrapiñados también. Yo, mientras tanto, me he refugiado en mi
Valorio habitual para escapar de las multitudinarias concentraciones de hordas
bárbaras, entendido el término bárbaro según su etemología latina, o sea, extranjero
o forastero. Pues bien, dando una vuelta por allí, me encontré a una mujer
garrapiñando unas sopas de ajo. No pude evitar comentarle, más bien
reprocharle, que se nos estaba yendo de las manos lo de caramelizar cosas,
pero, he aquí mi sorpresa, al darme cuenta de que esa buena mujer que estaba
decostruyendo nuestra tradicional gastronomía, era Esperanza. Y no una Esperanza
cualquiera de esas a las que te refieres como "La Espe" y te quedas
tan tranquilo, no, esta era nuestra Virgen de la Esperanza. Sorprendido, le
dije que qué hacía ella en Valorio cocinando un algo que tenía pinta de incomestible
en lugar de estar subida sobre una mesa y preparada para que la sacaran por
nuestras calles, y me contestó que más extraño es que solo se acordaran de ella
en Semana Santa cuando su figura nada tiene que ver con la muerte de su hijo
sino más bien con su nacimiento. Sin meterme en una discusión teológica, de la
que fijo iba a salir trasquilado, le hice ver que recurrir a la esperanza en
estos tiempos oscuros era lo único que nos quedaba, a lo que me contestó que si
la esperanza de los zamoranos estaba depositada en la llegada del AVE y en la finalización
del tramo de la autovía de Benavente, apañados íbamos. Le comenté que también
teníamos dentro de nada elecciones municipales, y sin dejarme terminar mi
argumento, se carcajeó y desapareció. No me extrañó ese comportamiento, por
aquí sabemos que la esperanza se nos evaporó hace mucho, y que hasta su verde
se ve ya desteñido.
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es obligatorio.
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