Niebla eterna.



                  Publicado en El Día de Zamora el 16 de enero de 2015.

        Ya ven, por muchos propósitos que nos planteemos para este año recién estrenado, por mucho que desdeñemos el pasado y abracemos 2015 aunque solo sea por la falsa sensación de que escoba nueva siempre barre bien, ha habido un nexo que hasta hace un par de días no nos ha dejado romper del todo con 2014 ni gozar con plenitud de 2015; la niebla. La niebla ocultó los últimos días del año pasado e hizo lo propio con los primeros de 2015, de tal modo que, y aquí viene la noticia, seguimos todavía en 2014. Sí amigos, resulta que los guías que llevan las riendas de los años y que debían seguir el sendero recto del tiempo para sacarnos de un año y meternos en el siguiente, se perdieron con tanta niebla que teníamos en Zamora y nos han dejado en 2014. Me dirán ustedes que podían haber recurrido a un GPS, pero miren, esa gente legendaria no se deja embaucar por artilugios modernos y sigue guiándose por las estrellas y cosas así, lo cual tiene su lógica. El sistema GPS está constituido por 24 satélites y utiliza la triangulación para determinar, en todo el planeta, la posición de lo que sea, con una precisión de metro arriba, metro abajo. ¿Van a fiarse ustedes más de unos engendros artificiales que flotan en el espacio, a saber cómo, o de las perpetuas estrellas? Pues eso. La cosa es que hemos quedado atrapados en 2014 y no hay manera de salir de él. El otro día tuve la fortuna de encontrarme con uno de estos guías de los que les hablo, estaba tomándose un café y no parecía muy preocupado por el hecho de habernos dejado atrapados en el tiempo. Le increpé que en vez de estar ahí tan relajado, podía ponerse manos a la obra, que además ya la niebla se había disipado y el sol brillaba sobre nuestras cabezas. Me vino a decir que no tuviera tanta prisa, que a decir verdad Zamora llevaba estancada en el tiempo desde más o menos 1950, y que no iba a depender de él el sacarnos de ahí. Y como lo vi muy convencido de lo que me decía, me senté a su lado, y aunque el cuerpo me pedía tomarme un gin tonic, por respeto a la hora que era lo cambié por algo más acorde a los tiempos. Una quina Santa Catalina, por favor.

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