Humo.



              Publicado en El Día de Zamora el 23 de enero de 2015.

    La otra mañana salí a dar una vuelta por nuestro bosque/parque de Valorio y me encontré con una densa nube de humo. Me dirán los incrédulos que con lo que me di de bruces fue con unos tupidos jirones de niebla, que ha vuelto a visitarnos, incluso los más conspiranóicos argumentarán que ese humo era el famoso "humo negro" de la serie "Perdidos", pero no, porque de negro no tenía nada, ni me provocó alucinaciones sobre muertes, ni cosas así. Además, para salir de dudas sobre su naturaleza, lo que hice fue preguntarle qué hacía tan pronto por allí y que a qué se debía su presencia.


       El humo me miró, en realidad no podía mirarme porque no tenía ojos, pero al menos se detuvo delante de mí como observándome y haciendo esfuerzos por comprender mi pregunta. No me digan cómo, pero debió entenderme y con su boca ausente fue hasta capaz de contestarme. Aquella nube de humo era, según me dijo, todo el cúmulo de los cigarros fumados en los exteriores de los bares, cafeterías, restaurantes y similares desde que, hace años ya, se prohibió fumar dentro de ellos. Y no solo eso, sino que estaba compuesto de los pensamientos de todas aquellas personas que, bien solas o acompañadas, habían liquidado cigarrillo tras cigarrillo en los exteriores de los locales desde el año 2011. Al exhalar, me dijo, parte de su conciencia se transmite con el humo y se queda flotando en el ambiente. Así, una tras otra, tras otra, tras otra, todas aquellas conciencias convergieron, y fueron conscientes de sí mismas más o menos en estas pasadas navidades. Ya ven qué historias les cuento. El humo llevaba consigo la ansiedad de algunos por la falta de empleo y de recursos económicos; pero también los besos de aquella chica que... o el deseo de los besos de esa misma chica que... Al humo, el aliento le olía a tabaco, y a alcohol, pero también a pedantería, esa que algunos de los fumadores se habían gastado frente a otros congéneres intentando impresionarles de algún modo, y a exaltación de la amistad, y a soledad. El humo parecía que ocultaba todas esas dichas y desdichas dentro de sí, igual que la niebla pretende hacer con nuestra ciudad y su imparable decadencia. Está ahí, la ves y la sientes, pero sólo puedes mirarla. Mientras tanto, Zamora y sus habitantes, se desvanecen.

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