Las ilusiones perdidas.



Publicado en El Día de Zamora el 23 de diciembre de 2014.

Pues ya ven ustedes, la puñetera navidad nos llega emboscada entre la niebla, un clásico en Zamora, y a poco que se hayan descuidado habrán sido asaltados en cualquier callejón a lo largo de todo el mes por el evento, que cada año es más anticipado. Les hago esta advertencia porque a mí me sucedió el otro día. Iba bajando la Cuesta del Mercadillo, de noche, cuando de repente se me apareció un individuo que se identificó como las navidades de 2014: “Buenas noches, soy las navidades de 2014 y a usted le veo poco o ningún espíritu navideño, así que tenga”, me colocó un collar de espumillón, un matasuegras (qué bonito nombre el de este ingenio sonoro) una estrella en la cabeza, dos tabletas de turrón, del duro y del blando, y un pendrive de 40GB lleno de canciones propias de la época. Tras semejante violación de mi intimidad, me deseó unas felices navidades y salió corriendo por San Martín. Y así llegué a mi casa. Todavía con el susto y el espíritu navideño resbalándome por el cuerpo, llamé a la policía, me dijeron algo malsonante de mi madre, y que ellos no estaban para bromas. Así que me deshice de los complementos festivos, y cuando, desamparado por las fuerzas de orden público, me disponía a ver la tele, llamaron a la puerta, abrí, y se me presentó un tipo muy raro diciéndome que era el fantasma de mis navidades pasadas. Vamos a ver, le dije, que esto ya lo he leído yo en el cuento de navidad de Charles Dickens así que no me venga con milongas. El tipo raro insistió con su historia, y como no podía achacar su presencia a un consumo excesivo de gin tonic, le dejé pasar. Intentó ablandarme al hacerme recordar épocas en las que yo era más amable e inocente. Paparruchas, le dije, esto es como lo de Dickens, y lo eché de casa. Ahí ya sí, me serví un gin tonic, me senté, y pensé un poco en cuando ponía el belén, aproximaba a los Reyes Magos hacia el portal según se acercaba el día 24, decoraba el árbol... Pegué un buen sorbo a mi gin tonic, me recosté y volví a mascullar, "paparruchas". Y es que uno con la edad va perdiendo el pelo, la memoria y derivado de ello, las ilusiones.

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