Publicado en El Día de Zamora el 31 de octubre de 2014.
Según han leído el título de esta columna y conociéndonos como ya nos
conocemos, ustedes no tendrán ni puñetera idea de lo que les voy a contar hoy,
así que iré dándoles pistas. A poco perspicaces que sean, habrán visto por la
calle que los niños, y no tan niños, llevan unos días vestidos de forma
estrafalaria con la pretensión de dar miedo; claro que del niño gracioso
vestido de fantasma a su vecina de diecinueve años vestida de vampiresa va un
abismo, pero ambos se han empeñado de un tiempo a esta parte en celebrar la
cosa esa de all Hallows' Eve, más conocido como
Halloween, vamos, la víspera de Todos los Santos. Si usted tiene ya una edad,
esto de Halloween le parecerá una soberana gilipollez y no lo habrá festejado en
su vida, pero como en este país nos empeñamos en importar cualquier moda
ridícula venga de donde venga a los efectos de justificar excesos etílicos y
carnales -si bien estos últimos suelen quedarse en vanos intentos- conviene
aclararles que el ahora llamado Halloween es lo que toda la vida ha venido
llamándose Samaín, festividad de origen celta, la más importante del
periodo pagano que dominó Europa hasta su conversión al cristianismo, que la
transformó en el Día de Todos los Santos. Ya ven, la iglesia católica metiendo
mano siempre a las cosas para modelarlas a su imagen y semejanza. En el Samaín
se celebraba el final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era
considerado como su año nuevo. Es tanto una fiesta de transición, el paso de un
año a otro, como de apertura al otro mundo. Su etimología es gaélica: samhain,
"fin del verano". Por el Samaín era costumbre vaciar nabos
-posteriormente calabazas debido a una tradición irlandesa- para ponerles
dentro velas. Varios siglos después, esta tradición, renacida en la actualidad
gracias al movimiento neo-pagano, tiene continuidad al ser exportada por los
irlandeses a Estados Unidos en el siglo XIX y principios del XX en el actual
Halloween. Así que ya ven, modernos, están ustedes festejando el año nuevo
celta. Y aunque poco les importe lo que acabo de escribirles, igual este rollo
les sirve de excusa para entrarle a la vecina de diecinueve años que va vestida
de vampiresa. La cultura es sexy, amigos.
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