Publicado en El Día de Zamora el 19 de septiembre de 2014.
Si
la semana pasada les escribí sobre el insomnio, esta sigo, más o menos, por la
misma senda, así que no vayan a pensar que Dysania es un ser femenino que me he
ligado y que viene, por lo raro del nombre, de algún extraño país como Syldavia.
No amigos, dysania es un estado de
conciencia alterado en el que nos cuesta trabajo despertar, es decir, el cuerpo
llama a seguir durmiendo, a pesar de que sabes que es hora de
levantarse. Cuando el cuerpo no está cien por cien preparado para entrar en
estado de alerta, es probable que la persona sufra cierta confusión, debido a que
mientras el cuerpo aún demanda descanso, el cerebro está listo para comenzar el
día, que es lo que genera esta confusión. Y, como es obvio, la pregunta que se
plantea tras esto es: ¿Qué tipos de seres despreciables tienen su cerebro y su cuerpo
preparados para afrontar el día según suena el despertador? Sin duda, como ya
les he adelantado, serán gente infame, como esa que sale en los
anuncios de cereales, de leche, o de cualquier cosa o producto relacionada con
el desayuno. Chusma que salta de la cama con brío, sonriendo, con una cara de
felicidad sospechosa debido, seguro, al consumo de alguna sustancia
psicotrópica. No aparecen despeinados, ni tienen halitosis, ni se rascan, besan
a sus hijos perfectos, a su pareja perfecta, y comparten la mesa de la cocina
para degustar un desayuno mágico, porque a ver quién demonio ha preparado todo
eso antes. Sí amigos, mientras la mayoría de la población padecemos (digo
padecemos con conocimiento de causa) dysania, hay un grupo social infiltrado
entre nosotros que tiene su conciencia en perfecto estado de revista nada más
arrancar el día. Menudo ascazo de personas. Luego hay seres como yo, que poseemos un cerebro dýsnico, si es que el término existe, que consiste en no
tenerlo nunca preparado para nada. Ni para salir de la cama, ni para
afrontar el día, ni siquiera para escribirles todas las semanas. Por eso, los
que se cruzan conmigo por la calle, mis compañeros de profesión, ustedes que me
leen, solo ven una proyección de mí mismo. Mi verdadero yo se queda todos los
días en la cama. Desde hace años ya. P’a lo que hay que aguantar…
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