Publicado en El Día de Zamora el 1 de agosto de 2014.
Permítanme
la licencia. Ya sé que acabamos de inaugurar el mes de agosto y que, aunque el
fin de año todavía parece quedarnos lejos, luego se nos echará encima de manera
precipitada en cuanto crucemos el umbral de septiembre. Bien es cierto que
desde que dejé mi infancia de lado, tengo la impresión de que los años arrancan
en septiembre y no en enero, tal y como nos dice el calendario. Llega agosto y
parece que existe la obligación de desconectar, de desplazarnos, de relajarnos,
de estar morenos, de sonreír, de ligar. No acabo de comprender como toda una
sociedad, estando en el hoyo en el que se encuentra, puede permitirse, a lo
largo de un mes, el lujo de desactivarse. Un mes en el cual es imposible hacer
un trámite administrativo, y no solo me refiero a la administración pública,
sino también al sector privado. Todo aletargado, donde la mayor ocupación, y
casi única, la desarrollan las moscas que pululan por las oficinas y las aspas
de los ventiladores. Bueno, y los bares, que España sin bares… El problema es
que tal inactividad no se ciñe solo al mes de agosto. Como un avión que se
dispone a tomar tierra, este proceso requiere una deceleración que arranca a
mediados de junio. Funcionarios que desaparecen de sus puestos de trabajo por
vacaciones y no son sustituidos por otros, trabajadores del sector privado
donde sucede lo mismo, y todo con la excusa del verano. Como si con el calor,
los humanos se sublimaran. Y esa deceleración, que ocuparía como les digo media
quincena de junio y todo julio, luego, hasta que se pone en marcha a pleno
rendimiento o similar, tarda hasta bien entrado octubre. Porque claro,
septiembre ya se sabe que viene a ser el lunes de los meses, y un lunes nadie
está para nada. Pues para nada, todo el mes. Seres inertes, como maniquíes burócratas
que tardan treinta días en desperezarse de su periodo vacacional. Visto así, en
España podríamos dividir el calendario en tres partes: Preagosto, agosto y
postagosto. Con todo esto, vayan encargando las uvas, o la fruta que sea que se
come para celebrar la salida de agosto y la llegada de postagosto, que luego se
nos echa el tiempo encima y vienen las prisas. Y tengan feliz año, que ya se me
olvidaba.
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es obligatorio.
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